A la luz de las investigaciones sobre teoría de la mente
(atribución de estados mentales a los demás y a uno mismo: estados
mentales emocionales, epistémicos y de deseo), se puede considerar la
función adaptativa cumplida por la comprensión y producción
de engaño táctico y mentira en las relaciones sociales entre personas
normales y el déficit que presentan las personas con autismo en tales
competencias, lo cual daña radicalmente su vida de relación interpersonal.
Asimismo, se presentan serias anomalías en la comunicación
y el lenguaje de manera temprana en el autismo. Para Bailey, Phillips y Rutter
(1996) el nivel de lenguaje es buen predictor de los resultados psicoeducativos
y está asociado con alteraciones de conducta, rendimiento cognitivo y
capacidades de relación social.
Independientemente del nivel intelectual -recordemos que aproximadamente
un 75% de los sujetos con autismo presenta algún nivel de retraso mental-
las personas con autismo presentan déficit pragmático (Bishop,
1989; Tager-Flusberg, 1993; Monfort, 1997; Sotillo y Rivière, 1997a,
1997b).
Se registran fallos en la adaptación de las conversaciones
a los contextos comunicativos, el inicio o mantenimiento de conversaciones,
la comprensión de lenguaje figurado, metáforas, doble sentido,
ironías y chistes (Flores y Belinchón, 1995; Belinchón,
1997; Belinchón, en prensa; Rivière, 1996; Riviére y Sotillo,
1995; Baron Cohen, 1997; Jolliffe y Baron Cohen, 1999).
El amplio abanico de alteraciones que recorren el espectro
autista, abre un campo de problemas que exceden el déficit en teoría
de la mente. No obstante, queremos hacer notar que tales alteraciones han
sido y son estudiadas en el marco del propio desarrollo simbólico del
sujeto, poniendo de relieve temáticas relativas a la teoría de
la mente (Baron Cohen, Leslie y Frith, 1985; Riviére, 991; Baron Cohen,
1995), la función ejecutiva (Pennington y Ozonoff, 1996; Russell, 1997)
y la hipótesis del sistema de coherencia central (Frith, 1989; Joliffe
y Baron Cohen, 1999).
Aunque no nos extenderemos aquí sobre estos aspectos,
cabe consignar que no pueden ser omitidos a la hora de estudiar el desarrollo
de competencias narrativas y mentalistas en sujetos con espectro autista. Resulta
además sumamente discutible el separar de manera tajante unos aspectos
de otros. Diversas investigaciones se ocupan de estudiar las relaciones entre
teoría de la mente y función ejecutiva (0zonoff, Pennington y
Rogers, 1991; Perner y Lang, 2000), teoría de la mente y lenguaje
(Tager-Flusberg, 1993; Sparrevohn y Howie, 1995, de Villiers, 2000; Tager-Flusberg,
2000), capacidades lingüísticas y sistema de coherencia central
(Jolliffe y Baron Cohen, 1999), teoría de la mente y sistema de coherencia
central (Happé, 2000). En todo caso, hablamos de un racimo de competencias,
íntimamente relacionadas, que han de ser tomadas en cuenta al indagar
el desarrollo de capacidades mentalistas y sus alteraciones en el continuo autista.
(Wing y Gould, 1979; Wing, 1988)
Indicadores fenotípicos de inferencia mental en poblaciones
con espectro autista leve
Como hemos señalado, numerosas investigaciones dan cuenta
del déficit de competencias mentalistas en personas con autismo (Baron
Cohen, Leslie y Frith, 1985; Leekam y Perner, 1991; Happé y Frith, 1995;
Swettenham, 1996). Tales características se vislumbran en los planteos
ya clásicos de Kanner (1943) y Asperger (1944) -relativos a los problemas
que presentan sus pacientes en lo que respecta a la comunicación y el
lenguaje, a las relaciones sociales y a la flexibilidad- y se destacan en los
estudios de las últimas décadas, que desde diversas perspectivas
-neuropsicológica, neurobiológica, génetica, cognitiva-
abordan el tema (Rutter, 1999; Rivière, 1997a, 1997b).
En diversos trabajos encontramos revisiones de las pruebas
de teoría de la mente utilizadas en diferentes investigaciones que comparan
poblaciones de sujetos con desarrollo normal y sujetos con trastorno autista.
Happé y Frith (1995: 185-186); Frith y Happé (1999) y Baron Cohen
(2000a: 3-16) listan estudios relevantes desde 1985 hasta 1998. Citaremos algunos
de ellos:
- 1985: Baron Cohen, Leslie y Frith; la mayor parte de los
sujetos con autismo fallan en la prueba de falsa creencia de primer orden ("Sally
y Ann");
- 1986: Baron Cohen, Leslie y Frith; los niños con
autismo muestran problemas selectivos en el ordenamiento de historietas "intencionales";
- 1988: Harris y Muncer; los niños con autismo tienen
tantas dificultades para reconocer "falsos" deseos como falsas creencias;
- 1988: Leslie y Frith; los niños con autismo comprenden
el "ver", pero no el saber o el creer (testeado con actores reales, no sólo
con muñecos);
- 1988: Rivière y Castellanos, los niños con
autismo fallan en la tarea de falsa creencia;
- 1989: Baron Cohen; aun aquellos niños que pasan
la prueba de falsa creencia de primer orden, fallan en una prueba de falsa creencia
de segundo orden; 1989: Baron Cohen; los niños con autismo fallan en
la distinción entidades mentales vs. entidades físicas, apariencia
vs. realidad y en distinguir las funciones mentales del cerebro.
1989: Perner, Frith, Leslie y Leekam; los niños autistas
fallan en la prueba de falsa creencia de los "smarties", no pueden inferir conocimiento
a partir del acceso perceptivo y fallan en la comunicación de información
relevante;
1991: Baron Cohen; los niños con autismo muestran déficit
específico sólo en la comprensión de aquellas emociones
causadas por falsas creencias.
1991: Leekam y Perner; los niños con autismo fallan
en la tarea de Sally y Ann pero pasan la prueba de "falsas" fotografías;
1991: Ozonoff, Pennington y Rogers; sujetos con autismo de
alto funcionamiento -pero no sujetos con síndrome de Asperger- muestran
déficit en la prueba de falsa creencia de segundo orden;
1992: BowIer; un grupo de sujetos con síndrome de Asperger
pasan las pruebas de falsa creencia de segundo orden, sin mostrar diferencias
con los niños con desarrollo normal;
1992: Sodian y Frith; los niños con autismo pueden sabotear
pero no engañar a un competidor, y no pueden atribuir falsa creencia;
1992: Baron Cohen y Cross; los niños con autismo fallan
en pruebas de inferencia acerca de lo que una persona está pensando o
deseando, siguiendo la dirección de su mirada;
1992: Baron Cohen; los niños con autismo fallan tanto
en las pruebas de producción de engaño como en las que son engañados;
1994: Happé; utiliza una técnica de comprensión
de historias con lenguaje figurado. Esta prueba detecta fallas en competencias
mentalistas en sujetos con autismo de alto funcionamiento (y la resuelven los
niños con desarrollo normal a los ocho años)
1994: Baron Cohen y Goodhart; los niños con autismo
muestran dificultades para inferir que un personaje que "ve" lo que hay en una
caja, "sabe" lo que hay en ella (mientras que el personaje que "toca" una caja
no infiere de esa acción lo que hay en ella);
1994: Baron Cohen y otros; los niños con autismo presentan
serias dificultades para reconocer términos de referencia mental;
1997: Leekam y otros: los niños con autismo son "ciegos"
a la dirección de la mirada de otras personas;
1997: Baron Cohen; los niños con autismo muestran déficit
en la comprensión de chistes;
1998: Phillips y otros; los niños con autismo fallan
en una prueba para monitorear las propias intenciones (responden no en función
de sus intenciones previas sino en función de los resultados obtenidos),
mientras que los niños de 4 años con desarrollo normal, realizan
la tarea en forma correcta;
Ocurre que salvo escasas excepciones, tal y como se presentan
las pruebas clásicas de teoría de la mente, poco pueden decirnos
acerca del nivel de competencia mentalista de personas autistas de alto funcionamiento
o con síndrome de Asperger.
Las pruebas clásicas (como las de Sally y Ann) de primer
orden las pasan correctamente los niños normales, en torno a los 4 o
5 años; y las de segundo orden, en torno a los 6 o 7 años.
Tal como citábamos más arriba, distintos investigadores
(Bowler, 1992; Ozonoff, Pennington y Rogers, 1991) hallaron que algunos adultos
con síndrome de Asperger resolvían correctamente la prueba de
falsa creencia de segundo orden. Esto podría hacernos pensar en una contradicción
con datos previos que indican que las personas autistas no pasan esta prueba
debido a un déficit en las competencias mentalistas. ¿Qué es lo
que ocurre? ¿Cómo pueden explicarse estos datos?
Las pruebas de teoría de la mente de primer y segundo
orden no son pruebas complejas de teoría de la mente. (Baron Cohen,
Joliffe, Mortimore y Robertson, 1997) Son pruebas que pasan correctamente niños
de entre 4 y 5 años con desarrollo normal y niños de entre 6 y
7, también con desarrollo normal, respectivamente.
El hecho de que un adolescente o un adulto con autismo y un
nivel de inteligencia normal pase las pruebas no puede hacernos inferir que
posee un desarrollo normal de sus capacidades mentalistas. Si un adulto de 30
años, autista, de inteligencia normal, pasa la prueba de teoría
de la mente del nivel de un niño de 6 años, no se puede concluir
que dicho adulto tenga un desarrollo normal en ese dominio.
Como bien señalan Baron Cohen, Joliffe, Mortimore y
Robertson (1997): todo lo que se podría concluir es que tiene intacta
la capacidad de teoría de la mente de un nivel de 6 o 7 años de
edad.
Por tanto, desde el punto de vista de la investigación,
se plantea el desafío de elaborar nuevas pruebas que puedan ser aplicadas
a adultos, autistas de nivel alto o con síndrome de Asperger.
Tales pruebas apuntarán a la detección de indicadores
sutiles de inferencia mental en poblaciones con espectro autista leve.
Los antecedentes más recientes en esta línea
son:
1) pruebas en las que hay que realizar inferencias de lo que
alguien está pensando a partir de la dirección de la mirada;
2) pruebas que apuntan a detectar estados mentales más
complejos (deseo, referencia, intención);
3) pruebas que implican una gama más amplia de inferencia
de estados mentales en la expresión facial. Se utilizaron pinturas y
dibujos (Velázquez y Hockney) y se encontró que sujetos normales
mostraban un nivel significativo de acuerdo al reconocer una amplia gama de
estados mentales a partir de los estímulos mencionados. (Se ha realizado
incluso un estudio transcultural) (Baron Cohen, Rivière, Cross, Fukushima,
Bryant, Sotillo, Hadwin y French, en prensa)
La tarea que proponen Baron Cohen, Joliffe, Mortimore y Robertson
(1997) en uno de sus últimos trabajos se llama «Leer la mente en los
ojos» o «Tarea de los ojos». La tarea implica mirar fotos de la zona de los
ojos y realizar una elección forzada entre dos palabras, la que mejor
describa lo que la persona (de la foto) está pensando o sintiendo.
Tal tarea implica capacidad de teoría de la mente en
el sentido que el sujeto tiene que comprender términos de estados mentales
y relacionarlos con caras (con partes de la cara en este caso). Algunos de los
términos de estados mentales son «básicos» (feliz, triste, enojado,
atemorizado) y otros son más «complejos» (reflexivo, arrogante, etc.).
En un estudio, utilizando la «Tarea de los ojos», contrastaron,
entre otras, la siguiente predicción: los adultos con autismo o síndrome
de Asperger, a pesar de tener un CI normal o por encima de la media, presentarían
déficit en una prueba específica de teoría de la mente.
Esto fue confirmado en el estudio.
Debería consignarse que algunos de los sujetos con autismo
o síndrome de Asperger de su muestra tenían estudios universitarios
y aun así puntuaban bajo en la tarea de los ojos. Para los autores, esto
sugeriría que este aspecto de la cognición social es independiente
de la inteligencia general.
Aunque tal prueba suponga un avance en la forma de abordar
el estudio de las capacidades mentalistas, consideramos que presenta ítems
de elección -a partir del estímulo visual- bipolares y muy poco
sutiles ("simpático" - " antipático"; "amistoso "J'hosfil") en
cuanto a gamas de inferencia posibles.
Encontrar maneras de estudiar indicadores más sutiles
que supongan diferencias en cuanto a alteraciones más o menos leves dentro
del espectro autista implica un desafío a asumir.
Ese es el camino que han tomado nuestras investigaciones, iniciadas
bajo la dirección de Ángel Riviére, cuya originalidad intelectual,
búsqueda apasionada y preocupación por la problemática
de las personas con autismo y sus familias, nos sirven de estímulo permanente
para continuar con la tarea emprendida.