miércoles, 9 de mayo de 2012

Las habilidades de inferencia mentalista y la comprensión de cuentos e historias

la conducta de mentira está estrechamente relacionada con la de engaño: aparece en situaciones de interacción social, es intencionada, utiliza habilidades relacionadas con la realización de inferencias mentalistas (de teoría de la mente), implica diferenciar la representación y el mundo, también implica diferenciar la representación propia de la ajena. Se da en conductas declarativas, en enunciados predicativos, y es una conducta expresada simbólicamente mediante un código lingüístico.
A la luz de las investigaciones sobre teoría de la mente (atribución de estados mentales a los demás y a uno mismo: estados mentales emocionales, epistémicos y de deseo), se puede considerar la función adaptativa cumplida por la comprensión y producción de engaño táctico y mentira en las relaciones sociales entre personas normales y el déficit que presentan las personas con autismo en tales competencias, lo cual daña radicalmente su vida de relación interpersonal.
Asimismo, se presentan serias anomalías en la comunicación y el lenguaje de manera temprana en el autismo. Para Bailey, Phillips y Rutter (1996) el nivel de lenguaje es buen predictor de los resultados psicoeducativos y está asociado con alteraciones de conducta, rendimiento cognitivo y capacidades de relación social.
Independientemente del nivel intelectual -recordemos que aproximadamente un 75% de los sujetos con autismo presenta algún nivel de retraso mental- las personas con autismo presentan déficit pragmático (Bishop, 1989; Tager-Flusberg, 1993; Monfort, 1997; Sotillo y Rivière, 1997a, 1997b).
Se registran fallos en la adaptación de las conversaciones a los contextos comunicativos, el inicio o mantenimiento de conversaciones, la comprensión de lenguaje figurado, metáforas, doble sentido, ironías y chistes (Flores y Belinchón, 1995; Belinchón, 1997; Belinchón, en prensa; Rivière, 1996; Riviére y Sotillo, 1995; Baron Cohen, 1997; Jolliffe y Baron Cohen, 1999).
El amplio abanico de alteraciones que recorren el espectro autista, abre un campo de problemas que exceden el déficit en teoría de la mente. No obstante, queremos hacer notar que tales alteraciones han sido y son estudiadas en el marco del propio desarrollo simbólico del sujeto, poniendo de relieve temáticas relativas a la teoría de la mente (Baron Cohen, Leslie y Frith, 1985; Riviére, 991; Baron Cohen, 1995), la función ejecutiva (Pennington y Ozonoff, 1996; Russell, 1997) y la hipótesis del sistema de coherencia central (Frith, 1989; Joliffe y Baron Cohen, 1999).
Aunque no nos extenderemos aquí sobre estos aspectos, cabe consignar que no pueden ser omitidos a la hora de estudiar el desarrollo de competencias narrativas y mentalistas en sujetos con espectro autista. Resulta además sumamente discutible el separar de manera tajante unos aspectos de otros. Diversas investigaciones se ocupan de estudiar las relaciones entre teoría de la mente y función ejecutiva (0zonoff, Pennington y Rogers, 1991; Perner y Lang, 2000), teoría de la mente y lenguaje (Tager-Flusberg, 1993; Sparrevohn y Howie, 1995, de Villiers, 2000; Tager-Flusberg, 2000), capacidades lingüísticas y sistema de coherencia central (Jolliffe y Baron Cohen, 1999), teoría de la mente y sistema de coherencia central (Happé, 2000). En todo caso, hablamos de un racimo de competencias, íntimamente relacionadas, que han de ser tomadas en cuenta al indagar el desarrollo de capacidades mentalistas y sus alteraciones en el continuo autista. (Wing y Gould, 1979; Wing, 1988)
Indicadores fenotípicos de inferencia mental en poblaciones con espectro autista leve
Como hemos señalado, numerosas investigaciones dan cuenta del déficit de competencias mentalistas en personas con autismo (Baron Cohen, Leslie y Frith, 1985; Leekam y Perner, 1991; Happé y Frith, 1995; Swettenham, 1996). Tales características se vislumbran en los planteos ya clásicos de Kanner (1943) y Asperger (1944) -relativos a los problemas que presentan sus pacientes en lo que respecta a la comunicación y el lenguaje, a las relaciones sociales y a la flexibilidad- y se destacan en los estudios de las últimas décadas, que desde diversas perspectivas -neuropsicológica, neurobiológica, génetica, cognitiva- abordan el tema (Rutter, 1999; Rivière, 1997a, 1997b).
En diversos trabajos encontramos revisiones de las pruebas de teoría de la mente utilizadas en diferentes investigaciones que comparan poblaciones de sujetos con desarrollo normal y sujetos con trastorno autista. Happé y Frith (1995: 185-186); Frith y Happé (1999) y Baron Cohen (2000a: 3-16) listan estudios relevantes desde 1985 hasta 1998. Citaremos algunos de ellos:
- 1985: Baron Cohen, Leslie y Frith; la mayor parte de los sujetos con autismo fallan en la prueba de falsa creencia de primer orden ("Sally y Ann");
- 1986: Baron Cohen, Leslie y Frith; los niños con autismo muestran problemas selectivos en el ordenamiento de historietas "intencionales";
- 1988: Harris y Muncer; los niños con autismo tienen tantas dificultades para reconocer "falsos" deseos como falsas creencias;
- 1988: Leslie y Frith; los niños con autismo comprenden el "ver", pero no el saber o el creer (testeado con actores reales, no sólo con muñecos);
- 1988: Rivière y Castellanos, los niños con autismo fallan en la tarea de falsa creencia;
- 1989: Baron Cohen; aun aquellos niños que pasan la prueba de falsa creencia de primer orden, fallan en una prueba de falsa creencia de segundo orden; 1989: Baron Cohen; los niños con autismo fallan en la distinción entidades mentales vs. entidades físicas, apariencia vs. realidad y en distinguir las funciones mentales del cerebro.
1989: Perner, Frith, Leslie y Leekam; los niños autistas fallan en la prueba de falsa creencia de los "smarties", no pueden inferir conocimiento a partir del acceso perceptivo y fallan en la comunicación de información relevante;
1991: Baron Cohen; los niños con autismo muestran déficit específico sólo en la comprensión de aquellas emociones causadas por falsas creencias.
1991: Leekam y Perner; los niños con autismo fallan en la tarea de Sally y Ann pero pasan la prueba de "falsas" fotografías;
1991: Ozonoff, Pennington y Rogers; sujetos con autismo de alto funcionamiento -pero no sujetos con síndrome de Asperger- muestran déficit en la prueba de falsa creencia de segundo orden;
1992: BowIer; un grupo de sujetos con síndrome de Asperger pasan las pruebas de falsa creencia de segundo orden, sin mostrar diferencias con los niños con desarrollo normal;
1992: Sodian y Frith; los niños con autismo pueden sabotear pero no engañar a un competidor, y no pueden atribuir falsa creencia;
1992: Baron Cohen y Cross; los niños con autismo fallan en pruebas de inferencia acerca de lo que una persona está pensando o deseando, siguiendo la dirección de su mirada;
1992: Baron Cohen; los niños con autismo fallan tanto en las pruebas de producción de engaño como en las que son engañados;
1994: Happé; utiliza una técnica de comprensión de historias con lenguaje figurado. Esta prueba detecta fallas en competencias mentalistas en sujetos con autismo de alto funcionamiento (y la resuelven los niños con desarrollo normal a los ocho años)
1994: Baron Cohen y Goodhart; los niños con autismo muestran dificultades para inferir que un personaje que "ve" lo que hay en una caja, "sabe" lo que hay en ella (mientras que el personaje que "toca" una caja no infiere de esa acción lo que hay en ella);
1994: Baron Cohen y otros; los niños con autismo presentan serias dificultades para reconocer términos de referencia mental;
1997: Leekam y otros: los niños con autismo son "ciegos" a la dirección de la mirada de otras personas;
1997: Baron Cohen; los niños con autismo muestran déficit en la comprensión de chistes;
1998: Phillips y otros; los niños con autismo fallan en una prueba para monitorear las propias intenciones (responden no en función de sus intenciones previas sino en función de los resultados obtenidos), mientras que los niños de 4 años con desarrollo normal, realizan la tarea en forma correcta;
Ocurre que salvo escasas excepciones, tal y como se presentan las pruebas clásicas de teoría de la mente, poco pueden decirnos acerca del nivel de competencia mentalista de personas autistas de alto funcionamiento o con síndrome de Asperger.
Las pruebas clásicas (como las de Sally y Ann) de primer orden las pasan correctamente los niños normales, en torno a los 4 o 5 años; y las de segundo orden, en torno a los 6 o 7 años.
Tal como citábamos más arriba, distintos investigadores (Bowler, 1992; Ozonoff, Pennington y Rogers, 1991) hallaron que algunos adultos con síndrome de Asperger resolvían correctamente la prueba de falsa creencia de segundo orden. Esto podría hacernos pensar en una contradicción con datos previos que indican que las personas autistas no pasan esta prueba debido a un déficit en las competencias mentalistas. ¿Qué es lo que ocurre? ¿Cómo pueden explicarse estos datos?
Las pruebas de teoría de la mente de primer y segundo orden no son pruebas complejas de teoría de la mente. (Baron Cohen, Joliffe, Mortimore y Robertson, 1997) Son pruebas que pasan correctamente niños de entre 4 y 5 años con desarrollo normal y niños de entre 6 y 7, también con desarrollo normal, respectivamente.
El hecho de que un adolescente o un adulto con autismo y un nivel de inteligencia normal pase las pruebas no puede hacernos inferir que posee un desarrollo normal de sus capacidades mentalistas. Si un adulto de 30 años, autista, de inteligencia normal, pasa la prueba de teoría de la mente del nivel de un niño de 6 años, no se puede concluir que dicho adulto tenga un desarrollo normal en ese dominio.
Como bien señalan Baron Cohen, Joliffe, Mortimore y Robertson (1997): todo lo que se podría concluir es que tiene intacta la capacidad de teoría de la mente de un nivel de 6 o 7 años de edad.
Por tanto, desde el punto de vista de la investigación, se plantea el desafío de elaborar nuevas pruebas que puedan ser aplicadas a adultos, autistas de nivel alto o con síndrome de Asperger.
Tales pruebas apuntarán a la detección de indicadores sutiles de inferencia mental en poblaciones con espectro autista leve.
Los antecedentes más recientes en esta línea son:
1) pruebas en las que hay que realizar inferencias de lo que alguien está pensando a partir de la dirección de la mirada;
2) pruebas que apuntan a detectar estados mentales más complejos (deseo, referencia, intención);
3) pruebas que implican una gama más amplia de inferencia de estados mentales en la expresión facial. Se utilizaron pinturas y dibujos (Velázquez y Hockney) y se encontró que sujetos normales mostraban un nivel significativo de acuerdo al reconocer una amplia gama de estados mentales a partir de los estímulos mencionados. (Se ha realizado incluso un estudio transcultural) (Baron Cohen, Rivière, Cross, Fukushima, Bryant, Sotillo, Hadwin y French, en prensa)
La tarea que proponen Baron Cohen, Joliffe, Mortimore y Robertson (1997) en uno de sus últimos trabajos se llama «Leer la mente en los ojos» o «Tarea de los ojos». La tarea implica mirar fotos de la zona de los ojos y realizar una elección forzada entre dos palabras, la que mejor describa lo que la persona (de la foto) está pensando o sintiendo.
Tal tarea implica capacidad de teoría de la mente en el sentido que el sujeto tiene que comprender términos de estados mentales y relacionarlos con caras (con partes de la cara en este caso). Algunos de los términos de estados mentales son «básicos» (feliz, triste, enojado, atemorizado) y otros son más «complejos» (reflexivo, arrogante, etc.).
En un estudio, utilizando la «Tarea de los ojos», contrastaron, entre otras, la siguiente predicción: los adultos con autismo o síndrome de Asperger, a pesar de tener un CI normal o por encima de la media, presentarían déficit en una prueba específica de teoría de la mente. Esto fue confirmado en el estudio.
Debería consignarse que algunos de los sujetos con autismo o síndrome de Asperger de su muestra tenían estudios universitarios y aun así puntuaban bajo en la tarea de los ojos. Para los autores, esto sugeriría que este aspecto de la cognición social es independiente de la inteligencia general.
Aunque tal prueba suponga un avance en la forma de abordar el estudio de las capacidades mentalistas, consideramos que presenta ítems de elección -a partir del estímulo visual- bipolares y muy poco sutiles ("simpático" - " antipático"; "amistoso "J'hosfil") en cuanto a gamas de inferencia posibles.
Encontrar maneras de estudiar indicadores más sutiles que supongan diferencias en cuanto a alteraciones más o menos leves dentro del espectro autista implica un desafío a asumir.
Ese es el camino que han tomado nuestras investigaciones, iniciadas bajo la dirección de Ángel Riviére, cuya originalidad intelectual, búsqueda apasionada y preocupación por la problemática de las personas con autismo y sus familias, nos sirven de estímulo permanente para continuar con la tarea emprendida.

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